La voz de Ilipla acoge en sus páginas la colaboración de Nicolás Rodríguez, Jefe de Estudios del Alfonso Romero Barcojo, quien aborda en un artículo de opinión la polémica decisión gubernamental de eliminar la asignatura de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos.
Por Nicolás
Rodríguez

Todo ello me viene a la cabeza porque el
pasado miércoles, en esos minutos de coche y radio, escuché una sorprendente
aunque quizás, por desgracia, esperada noticia: nuestro flamante y nuevo
ministro de Educación dejaba ver a las claras las novedades (a la espera de un
próximo Consejo de Ministros) que se implantarán en Educación. Respecto a ello,
quiero dejar claro una premisa. Como decía la madre de mi hija, ningún partido
“me da de comer”, cierto es. Parece que en nuestro país, España, uno no pudiera
tener otras ideas políticas que las que postulan PP y PSOE (o PSOE y PP, tanto
monta…); pero las últimas noticias, tengo que reconocerlo, me ponen muy
nervioso.
Comienzo a estar un poco harto de que todos
los días se escuchen en los medios de comunicación opiniones sobre Educación sin
el más mínimo conocimiento de la realidad de los centros. Pienso que eso de
opinar sin saber sólo era una cosa de políticos, pero observo cada vez más que
también los periodistas o pseudoperiodistas tratan el tema en cuestión sin
ningún tipo de rigor ni contraste (dos de las leyes fundamentales del
periodismo, entiendo).
Es así que el pasado miércoles, cuando se
anunció la, por desgracia, esperada noticia
(ya desde el 20-N) de que el gobierno “terminaba” con la asignatura de
Educación para la Ciudadanía, me embargó un extraño sentimiento, una mezcla de tristeza,
desolación e impotencia. Lo digo, yo sí, con rigor y conocimiento de causa.
Desde mi perspectiva de profesor de Ciencias Sociales, y tras haber estado
impartiendo desde que se implantó dicha asignatura no menos de cuatro o cinco
años, veo que el deseo y casi imposición de cierta parte de nuestra sociedad se
ha cumplido.
Me parece de “burros”, con perdón hacia esos
preciosos animales, el debate que se abrió en torno a si con dicha asignatura
se podía aleccionar al alumnado. No fueron pocos los que postulaban ejercer la
“objeción de conciencia” hacia la asignatura. Todo ello porque parecía que se
trataban en ella temas que eran tabú; pero ¿qué tabú?, y ¿para quién? Yo me
pregunto si mostrar la realidad social y legislativa de España es inmoral.
Quizás lo sea abrir el debate sobre si una pareja de dos hombres o de dos
mujeres son o no una familia; si una mujer, en su libre ejercicio, tiene
derecho o no a interrumpir su embarazo voluntariamente; si se conculca algún
derecho al prohibir el “botellón” o si llevar velo es constitucional o no.
Se ve que muchos desconocen la realidad
educativa, pues no es nada fácil imprimir unos valores imprescindibles a unos
jóvenes a los que no les importa lo más mínimo lo que le rodea. Aunque uno se
lo propusiese, influir en los jóvenes no es fácil, pues una de sus principales
características es no escuchar; otra, no interesarse lo más mínimo por la
política, la religión, los problemas sociales, etc… Este apartado es el que me
hace reflexionar sobre mi gran duda: “Educación para la Ciudadanía, Educación
¿para qué?”, como diría aquel.
Es de ingenuos pensar que un profesor o una
profesora no pueden aleccionar a su alumnado; pero no sólo los de Educación
para la Ciudadanía, ¿o acaso no lo puede hacer el profesor de Matemáticas, la
profesora de Ciencias Sociales, el profesor de Tecnología o la profesora de
Religión Católica? Todos ellos imparten clases hoy por hoy en nuestras escuelas
públicas. Lo que nos pide la sociedad, como buenos profesionales, es que
intentemos ser asépticos, objetivos,
responsables y justos. Eso no va reñido con el área que cada cual imparta, sino
con la intención que cada uno lleve o quiera llevar.
Por último, y a colación de la noticia que
escuché, una de las contertulias (entendida en la materia) abogaba por la
objeción de la Educación para la Ciudadanía, pero proponía el mantenimiento de
una asignatura como “Ética” en 4º de
E.S.O. (y se quedaba tan tranquila). Dudo si interesa a alguien, pero yo, que
sí he estudiado el currículum de Secundaria, he de decir que en II ciclo (3º y
4º de ESO) existe una materia, con currículum común, que se denomina “Educación
Ético-Cívica” y que se divide en dos años: “Educación para la Ciudadanía y los
Derechos Humanos”, para 3º de ESO, y “Ética” para 4º de ESO (sólo por si a
alguien interesa).
Qué pasaría si Platón levantase la cabeza y
viera en lo que se ha convertido su Política.
Seguramente se vería rodeado de muchas personas conocidas, pues en la Atenas
del S. V a.C., una de las tres grandes variedades de la política era la
Demagogia. Pericles y sus atenienses dedicaban un “premio” a estos demagogos, el
Ostracismo, es decir la pérdida de la ciudadanía ateniense y la obligación de
abandonar la polis. Si nosotros hiciéramos lo mismo que los antiguos y sabios
griegos, en España al menos se solucionaría en gran parte el problema del paro,
pues yo creo que saldrían de nuestro querido país algo más de cinco millones de
personas con toda seguridad.
En Niebla, a jueves 2 de febrero de 2012.
Nicolás
Rodríguez es Jefe de Estudios del IES Alfonso Romero Barcojo y ex-profesor de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos.
Suscribo totalmente el contenido del artículo. Pero ya me han dicho que tenemos que aprender a no sorprendernos de que el nuevo Gobierno haga y deshaga sin mucha argumentación y según convenga. Es decir, no van a contar con los docentes de la camiseta verde ni con los que no estén de acuerdo con su interés, las más de las veces inconfesable aunque visible.
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